La tradición del Día de Muertos en México: desde tiempos prehispánicos a la actualidad
- Arturo Aqualungo

- 23 sept
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Actualizado: 27 sept
El Día de Muertos es una de las celebraciones culturales más emblemáticas de México. Cada año, los días 1 y 2 de noviembre (y en muchas localidades también finales de octubre), familias y comunidades recuerdan y honran a sus difuntos mediante altares, ofrendas, visitas al panteón, comida, música y memoria colectiva. Aunque hoy se reconoce internacionalmente como símbolo de la identidad mexicana, la tradición es el resultado de una larga historia de transformaciones y sincretismos que unen creencias indígenas, prácticas coloniales y procesos modernos de revalorización cultural.
Orígenes prehispánicos: mundos vivos y muertos
En las sociedades mesoamericanas (náhuatl, maya, purépecha, otomí, entre otras) existían diversas prácticas rituales relacionadas con la muerte y la memoria de los antepasados. Estas prácticas incluían fiestas calendáricas, altares, ofrendas de alimentos y objetos, y figuras simbólicas como las calaveras o los tzompantlis (muros de cráneos con función ritual y simbólica). En la cosmovisión náhuatl, por ejemplo, la muerte no era un final absoluto sino una transición: dioses como Mictlantecuhtli y su consorte Mictecacihuatl regían el Mictlán (el inframundo), y existían celebraciones para acompañar el tránsito y recordar a los difuntos. Documentos y estudios actuales señalan continuidad y cambios entre esas prácticas antiguas y las costumbres modernas.
Nota histórica: Los rituales prehispánicos estaban integrados al ciclo agrícola y al calendario ritual; en algunos casos las celebraciones asociadas a los muertos duraban varias semanas o un mes según la región.
El sincretismo colonial: cristianización y reubicación de fechas
Con la conquista y la evangelización, las autoridades católicas y los pueblos nativos negociaron prácticas religiosas. Las festividades indígenas relacionadas con los muertos fueron desplazadas o reinterpretadas para coincidir con Todos los Santos (1 de noviembre) y Fieles Difuntos (2 de noviembre). Ese proceso de reubicación no borró las prácticas originarias; más bien produjo un sincretismo donde elementos de ambas tradiciones conviven: la estructura del altar, ofrendas de comida y la visita al cementerio adquirieron matices católicos (misa, rezos) sin perder rasgos indígenas (comida preferida del difunto, flores, guía de espíritus)
Elementos de la ofrenda y su significado
Aunque existen grandes variaciones regionales, hay elementos recurrentes en la ofrenda/altar:
Fotografía del difunto y objetos personales: para convocarlo simbólicamente.
Comida y bebida (pan de muerto, tamales, mole, frutas, tequila, atole): el alimento acompaña el regreso del alma.
Velas y copal: para iluminar y purificar el camino.
Flores de cempasúchil: su color y aroma “marcan” la ruta de los espíritus.
Papel picado: simboliza la fragilidad de la vida y comunica alegría y duelo a la vez.Cada elemento tiene un sentido (guía, ofrenda, protección) que varía según la localidad y la memoria familiar.
Altares de 7 niveles:
Nivel 1. El Santo: Es el nivel más alto, en este se coloca la imagen del santo al cual se es devoto.
Nivel 2. Ánimas: Este va dedicado a las ánimas del purgatorio, en este el alma del difunto obtiene el permiso para salir.
Nivel 3. Purificación: Aquí se coloca la sal, la cual simboliza la purificación del espíritu sobre todo para los niños del purgatorio.
Nivel 4. El alma: Para el cuarto escalón se pone pan de muerto, que significa la eucaristía.
Nivel 5. Comida: Aquí se colocan todos los platillos y las frutas preferidas de los seres queridos que han fallecido.
Nivel 6. El retrato. Se ponen las fotografías de nuestros familiares que ya nos dejaron y quienes están siendo honradas con el altar.
Nivel 7. La Cruz. Finalmente en este nivel se coloca una cruz formada por semillas, frutas, cal, flores o veladoras.
Siglos XIX–XX: calaveras, sátira y la construcción de un símbolo nacional
Durante el siglo XIX y principios del XX la figura de la muerte fue usada también con fines satíricos y políticos: las calaveras literarias (versos humorísticos sobre la muerte de personajes vivos) y las calaveras gráficas se popularizaron en la prensa.
El grabador José Guadalupe Posada creó multitud de calaveras iconográficas; su famosa estampa de la Calavera Garbancera (posteriormente conocida como La Catrina) se transformó, con la intervención de artistas como Diego Rivera, en un emblema visual del Día de Muertos y de la crítica social, un ejemplo del trabajo de Diego, con La Catrina es el mural llamado ´Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central´ realizado en 1947.En el siglo XX el Estado (escuelas, museos) y movimientos culturales contribuyeron a fijar y difundir la celebración como emblema nacional, con reinterpretaciones constantes.
Reconocimiento internacional y diversidad regional
El Día de Muertos, en sus múltiples formas, fue inscrito por la UNESCO en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, reconocimiento que pone el acento en la vivencia comunitaria y el valor cultural de las prácticas relacionadas con los muertos. Pero es crucial recordar que la tradición no es homogénea: cada estado y comunidad (por ejemplo, Oaxaca, Michoacán, la Ciudad de México, los pueblos otomíes, tzotziles, etc.) tiene rituales, alimentos y calendarios propios.
El Día de Muertos hoy: memoria, turismo y debates
En la actualidad la tradición combina prácticas familiares íntimas (altares domésticos, visita a la tumba) con expresiones públicas (ofrendas monumentales, desfiles, ferias) y un fuerte componente turístico y mediático. Películas como Coco(2017) y el uso comercial de iconografías han ampliado la visibilidad global de la festividad, pero también han generado debates sobre apropiación cultural, mercantilización y pérdida de sentido comunitario. Simultáneamente, iniciativas comunitarias y académicas trabajan en la recuperación y la preservación de modos locales de celebrar y transmitir la memoria.
Reflexión final
El Día de Muertos es a la vez memoria íntima y patrimonio colectivo: una práctica que recuerda el lazo entre vivos y muertos, que incorpora humor, duelo, comida, ritual y crítica social. Es una tradición en movimiento: se renueva cada año en altares domésticos, plazas públicas y en la imaginación cultural, enfrentando hoy desafíos (comercialización, turismo) y oportunidades (revalorización comunitaria, enseñanza cultural). Al celebrar, las familias mexicanas reafirman su manera particular de comprender la muerte —no como tabú absoluto, sino como parte de la vida social y afectiva.
"La muerte no nos roba a los seres amados. Al contrario, nos los guarda y nos los inmortaliza en el recuerdo. La vida que nos los roba muchas veces definitivamente".
François Mauric

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